En un periodo de tiempo indefinido existió una niña de sonrisa dulce y trenza oscura como la noche. Una tarde, un peculiar personaje se cruzó en su camino.
Ella, como de costumbre, jugaba con la soledad en un parque cuando se sintió observada por un extraño anciano de negra chistera. Enseguida le preguntó, creyéndolo mago, si sería capaz de sacar un conejo de ese inmenso sombrero pero, como respuesta, tan solo recibió una sonrisa por parte del anciano.
Con el tiempo y apenas unas pocas palabras, la pequeña se ganó la amistad de aquél extraño personaje. La última vez que vio a su amigo lo encontró pacientemente sentado en un banco hablando solo. Cuando, curiosa, le preguntaba con quién mantenía esas largas conversaciones el respondía que tan solo hablaba con el viento. A modo de despedida, el anciano le comunicó que quería hacerle entrega de un regalo muy especial, animó a la niña a que le pidiera aquello que más anhelase en el mundo. Sin pensárselo dos veces ella contestó que quería una puerta de salida a todos sus futuros problemas y, como respuesta a su petición, recibió un pequeño frasco lleno de un denso líquido azabache. Cuando levantó los ojos del pequeño frasco, el anciano ya se había ido sin tan siquiera despedirse.
Pasaron los años con rapidez, frente a todo problema que se presentase en el camino la pequeña recurría a aquel preciado regalo que guardaba como un tesoro, bajo llave.
Fueron tiempos felices.
Una noche, la niña de trenza azabache y sonrisa dulce se acostó en su cama despertándose a la mañana siguiente siendo una anciana de cabellos blancos como la nieve. Recostado sobre el borde de su cama se encontraba su buen amigo de la infancia, el hombre anciano de la chistera. A él, los años no parecían haberle pasado factura.
‘‘¿Cómo has vivido estos últimos años?’’-Preguntó, cortésmente, el anciano.
‘‘He vivido una vida prospera, feliz y fugaz’’.-Contestó ella sonriendo
-‘‘Y todo gracias a tu regalo’’.-Añadió. El anciano, como antaño, le regaló una de sus reflexiones:
‘‘¿Estas segura que has vivido una vida feliz? Y menos aún, ¿Prospera? Has vivido una vida regalada, sin complicación alguna. Cuando un inmenso muro te obstaculizaba el camino, en lugar de ideártelas para treparlo, lo esquivabas cobardemente. Los obstáculos no estaban ahí para no dejarte avanzar sino para hacerte más fuerte a medida que aprendieras a esquivarlos. El camino corto es el más fácil pero no es siempre el correcto.’’Se colocó con elegancia su sombrero y levantándose lentamente de la cama se fue, esta vez, para no volver más.
